En la Vuelta de Obligado sobre el río Paraná, el 20 de noviembre de 1845, en una larga batalla en la que sufrieron numerosas pérdidas materiales y humanas, las fuerzas militares y navales porteñas intentaron impedir el paso de las naves extranjeras. A 170 años de la gesta, la asociación Flor del Desierto recuerda hoy ese combate, en el cual murieron unos 250 argentinos y medio centenar de la escuadra enemiga, entre franceses e ingleses.
La Vuelta de Obligado
Inglaterra siempre tuvo interés por el comercio con América del Sur. Para la expansión de su actividad económica reclamaba la libre navegación de los ríos. Rosas no estaba dispuesto a aceptar esta exigencia. Al mantener el control de la navegación y de las recaudaciones aduaneras perseguía varios propósitos: engrosar el tesoro de la provincia; lograr el apoyo de los comerciantes porteños favorecidos por su política; ocasionar perjuicio a sus opositores de las provincias del litoral; ejercer presión económica sobre Paraguay para que éste terminara por incorporarse a la Confederación; influir sobre la política seguida por Uruguay y por Brasil.
A partir de 1842 se reanudó un conflicto interno en la Banda Oriental, y Rosas intervino apoyando a uno de los bandos. Esta decisión del gobernador de Buenos Aires provocó la reacción de Francia y de Gran Bretaña y la decisión de una intervención conjunta en el Río de la Plata.
Para Gran Bretaña, la posibilidad de una acción coordinada entre la Banda Oriental y Buenos Aires significaba la anulación de la división política en el Río de la Plata —impuesta por su mediación con la creación, en 1826, de la República Oriental del Uruguay como Estado independiente—. Los intereses británicos se veían gravemente amenazados por el peligro de una política conjunta de los dos países que controlaban el comercio y la navegación en el río de la Plata. Los intereses de los comerciantes ingleses en Montevideo y en Buenos Aires no eran los mismos. Pero los dos grupos se beneficiaban con la navegación pacífica del río de la Plata y con la “apertura de los ríos interiores” (el Paraná y el Uruguay) al “comercio internacional” anglofrancés.
Cuando en 1843 Oribe inició el sitio de Montevideo, luego de haber derrotado a Rivera en Arroyo Grande, la flota argentina al mando de Guillermo Brown que en 1842 venció a la escuadra adversaria mandada por Garibaldi y en 1843 bloquea Montevideo por orden de Rosas, bloqueo que la intervención británica hizo fracasar ya que en 1845, se vio forzado a regresar a Buenos Aires obligado por las escuadras europeas a firmar un documento por el que se comprometía a no continuar en esa Campaña. La defensa de la ciudad quedó al mando del general Paz que formó legiones de extranjeros. Un representante inglés y uno francés de intentaronmediar para poner fin a esta situación. Rosas, lógicamente, rechazó la mediación.
El comandante de la escuadra inglesa en el Atlántico actuó por su cuenta y desconoció el bloqueo. Florencio Várela partió a Europa en representación de Rivera y de la “Comisión Argentina” compuesta íntegramente por unitarios para gestionar la intervención armada contra el gobernador de Buenos Aires.
En esta oportunidad, también Brasil intervino en el conflicto a favor de sus propios intereses. A mediados de 1844 propuso a Gran Bretaña una acción conjunta contra Buenos Aires para eliminar la influencia argentina en la Banda Oriental y establecer la apertura de la navegación de los ríos interiores. Esta “apertura” era necesaria, declaraba, para poner fin al aislamiento del Paraguay.
Finalmente, el gobierno inglés también decidió intervenir con el objetivo de lograr la libre navegación de los ríos y mantener el equilibrio rioplatense según el tratado de 1828 frente a las pretensiones de incorporar la Banda Oriental al poder de Rosas, o sea de la Confederación Argentina.
En setiembre de 1845 el representante inglés declaró el bloqueo al río de la Plata. En abril de ese año, naves inglesas y francesas habían bloqueado el puerto de Buenos Aires. Entretanto, el caudillo oriental Manuel Oribe —con el apoyo de Rosas— mantenía sitiada la ciudad de Montevideo por tierray mar desde 1843, Buenos Aires sitiaba por el río las costas de la Banda Oriental.
Pero las naves inglesas desconocían el bloqueo de las naves porteñas y permitían el aprovisionamiento de Montevideo. A mediados de 1845 y después de un ultimátum, las fuerzas navales británicas y francesas capturaron a la Escuadra de la Confederación Argentina y la obligaron a fondear en el puerto de Buenos Aires. Meses más tarde se propusieron remontar el río Paraná, para poner en práctica el objetivo de la libre navegación de los ríos interiores.
Rosas no estaba dispuesto a permitirlo y preparó la defensa, que resultó heroica. En la Vuelta de Obligado sobre el río Paraná, el 20 de noviembre de 1845, en una larga batalla en la que sufrieron numerosas pérdidas materiales y humanas, las fuerzas militares y navales porteñas intentaron impedir el paso de las naves extranjeras.
Rosas destaca al general Lucio Norberto Mansilla, oficial de San Martín en Chacabuco, como Comandante Interino de la División Norte. Con más patriotismo que recursos se propuso detener a los invasores en las barrancas de la Vuelta de Obligado, al norte de la localidad de San Pedro. De costa a costa del río Paraná ancló veinticuatro pontones atados con triple cadena y en tierra desplegó unos 2.000 soldados, con algo más de 30 piezas de artillería distribuidas en cuatro baterías.
En noviembre se produjo el cruento combate en la Vuelta de Obligado, cuando la flota anglofrancesa intentó pasar rumbo a La Bajada (Paraná), Corrientes y el Paraguay con fines políticos y comerciales. La posición fue heroicamente defendida por Lucio Mansilla con cuatro baterías y barcos que unidos unos a otros con cadenas, obstruían el río, pero fue derrotado y no pudo evitar el paso de la flota enemiga.
En la mañana del 20 de noviembre de 1845, el general Mansilla arengó a las tropas: “¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis!… Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la Soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables aquí no lo serán! Tremole el pabellón azul y blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea”.
Con la última estrofa del Himno Nacional Argentino se abrió el fuego sobre el enemigo. La heroica lucha duró varias horas y a la caída del sol ingleses y franceses desembarcaron y se apoderaron de las baterías. La escuadra cortó las cadenas y siguió hacia el Norte. Murieron 250 argentinos y medio centenar de integrantes de la escuadra enemiga.
A todo esto en febrero de 1845, el comisionado brasileño ante las cortes de Londres y París —el vizconde de Abrantes— informó a la corte de Río de Janeiro los propósitos secretos de la intervención anglo-francesa en el Río de la Plata. Según le había informado el ministro francés Guizot, los propósitos eran: 1) convertir a Montevideo en “factoría comercial para las potencias marítimas”; 2) obligar a la “libre navegación” del Plata y sus afluentes;3)independizar Entre Ríos y Corrientes “si sus habitantes lo quisiesen”; 4) fijar los límites del Estado Oriental, Paraguay y el Nuevo Estado de la Mesopotamia “con prescindencia del Brasil”; 5) conservar el Estado de cosas en el resto de la Confederación “si Rosas accediera a la razón sin recurrir a las armas” o diese libertad de comercio. En caso contrario, levantar contra él a las fuerzas locales adversarias suficientes para obrar apoyados por las fuerzas navales y poner en Buenos Aires un gobierno “que dé muestras de amistad hacia Europa”.
Todo eso se evitó con el bravo Combate de la Vuelta de Obligado.
Aunque lograron sobrepasar nuestras defensas ya estaban maltrechos y debieron volver sobre sus pasos. Con sangre habíamos preservado nuestros derechos soberanos sobre los ríos interiores.
La disminución de las exportaciones afectó a los comerciantes británicos residentes en Buenos Aires, que reclamaron a Inglaterra la suspensión del bloqueo, la que a través de un representante firmó la Paz en 1849. Francia debió hacer lo propio en 1850 finalizando el bloqueo imperialista a la Confederación Argentina.
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