La iglesia de la Santa Cruz, ubicada en el barrio porteño San Cristóbal y perteneciente a la congregación de los padres pasionarios, es hoy un emblema de la lucha por los derechos humanos. A comienzos de la dictadura fue centro de reunión de quienes en franco desafío al silencio oficial, iniciaron la lucha en reclamo por la suerte de los detenidos-desaparecidos. Entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977 fueron secuestradas por el Grupo de Tareas 3.3.2, Azucena Villaflor de Vicenti, Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco, fundadoras de Madres de Plaza de Mayo; las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet; junto con Angela Auad, Remo Berardo, Horacio Elbert, José Julio Fondevilla, Eduardo Gabriel Horane, Raquel Bulit y Patricia Oviedo. Todos ellos estuvieron detenidos en la ESMA, alojados en los sectores conocidos como “Capucha” y “Capuchita”, donde fueron torturados.
En esta iglesia porteña estuvo infiltrado el ex marino Alfredo Astiz (que perteneció al GT 3.3.2), que bajo el seudónimo de Gustavo Niño se hizo pasar por hermano de un desaparecido, con el objetivo único de espiar las reuniones que mantenían en el lugar los integrantes de lo que luego sería el movimiento por los derechos humanos que enfrentaría a la dictadura militar.
En esta iglesia porteña estuvo infiltrado el ex marino Alfredo Astiz (que perteneció al GT 3.3.2), que bajo el seudónimo de Gustavo Niño se hizo pasar por hermano de un desaparecido, con el objetivo único de espiar las reuniones que mantenían en el lugar los integrantes de lo que luego sería el movimiento por los derechos humanos que enfrentaría a la dictadura militar.
La tarea de Astiz fue infiltrarse entre esas personas que se congregaba en la Santa Cruz que en diciembre del 77 tuvo el propósito de recaudar fondos para publicar una solicitada que exigía al gobierno militar que diera a conocer la suerte corrida por las miles de personas que se encontraban desaparecidas.
El propio Astiz señaló a las personas que encabezaban la “lista negra” elaborada por la maquinaria represiva, y organizó el secuestro de los participantes de las reuniones de los militantes, junto con las monjas francesas y las madres de detenidos.
Se dice que Azucena Villaflor, fundadora del grupo, aconsejó a aquel muchacho con "carita de ángel" que no frecuentara las rondas de ellas en Plaza de Mayo: "Sos muy joven y es muy peligroso", le aconsejó con afecto maternal.
El 8 de diciembre, en la iglesia, el “Cuervo” Astiz se despidió dándole un beso a cada uno de los doce participantes del encuentro. Entre ellos estaban Azucena y las religiosas galas Alice Dumont y Leonie Duquet, del Instituto de Misiones Extranjeras de Toulousse.
Previo a su desaparición, Alice y Léonie trabajaban en villas y colegios, pero cuando se dieron cuenta de la situación en la que estaban involucradas habían intentado renunciar a la Congregación para no comprometer al resto de las religiosas.
El compromiso de las monjas con la causa de los derechos humanos tenía alguna antigüedad respecto de las actividades que se realizaban por aquellos días en la iglesia de San Cristóbal. Ya en una marcha realizada en Buenos Aires junto a familiares de desaparecidos, en la que las religiosas rezaban el rosario, Alice fue detenida junto con otra monja llamada Yvonne, mientras que Léonie se salvó de ir presa porque se había retirado antes de la movilización.
En ese marco, Alice había sido trasladada a una comisaría de la Policía Federal y liberada al día siguiente, pero quedó “marcada” por las fuerzas represivas, que finalmente le dieron caza en diciembre de 1977.
En Santa Cruz, Domon y Duquet se encontraron con lo que se convertiría a partir de entonces en una lucha que les costaría sus propias vidas, puesto que al estar en contacto con Villaflor, Careaga y Ponce de Bianco --que ya habían iniciado las reuniones-- tomaron conciencia de la terrible masacre que llevaba a cabo el terrorismo de Estado.
Así conocieron con horror la mecánica de las desapariciones forzadas y como cristianas decidieron rebelarse, incluso, contra la línea oficial que por entonces sostenía la Iglesia argentina.
El propio Astiz señaló a las personas que encabezaban la “lista negra” elaborada por la maquinaria represiva, y organizó el secuestro de los participantes de las reuniones de los militantes, junto con las monjas francesas y las madres de detenidos.
Se dice que Azucena Villaflor, fundadora del grupo, aconsejó a aquel muchacho con "carita de ángel" que no frecuentara las rondas de ellas en Plaza de Mayo: "Sos muy joven y es muy peligroso", le aconsejó con afecto maternal.
El 8 de diciembre, en la iglesia, el “Cuervo” Astiz se despidió dándole un beso a cada uno de los doce participantes del encuentro. Entre ellos estaban Azucena y las religiosas galas Alice Dumont y Leonie Duquet, del Instituto de Misiones Extranjeras de Toulousse.
Previo a su desaparición, Alice y Léonie trabajaban en villas y colegios, pero cuando se dieron cuenta de la situación en la que estaban involucradas habían intentado renunciar a la Congregación para no comprometer al resto de las religiosas.
El compromiso de las monjas con la causa de los derechos humanos tenía alguna antigüedad respecto de las actividades que se realizaban por aquellos días en la iglesia de San Cristóbal. Ya en una marcha realizada en Buenos Aires junto a familiares de desaparecidos, en la que las religiosas rezaban el rosario, Alice fue detenida junto con otra monja llamada Yvonne, mientras que Léonie se salvó de ir presa porque se había retirado antes de la movilización.
En ese marco, Alice había sido trasladada a una comisaría de la Policía Federal y liberada al día siguiente, pero quedó “marcada” por las fuerzas represivas, que finalmente le dieron caza en diciembre de 1977.
En Santa Cruz, Domon y Duquet se encontraron con lo que se convertiría a partir de entonces en una lucha que les costaría sus propias vidas, puesto que al estar en contacto con Villaflor, Careaga y Ponce de Bianco --que ya habían iniciado las reuniones-- tomaron conciencia de la terrible masacre que llevaba a cabo el terrorismo de Estado.
Así conocieron con horror la mecánica de las desapariciones forzadas y como cristianas decidieron rebelarse, incluso, contra la línea oficial que por entonces sostenía la Iglesia argentina.
Leonie Duquet, de 61 años, al no ser encontrada en la iglesia por la Marina, fue secuestrada en la localidad bonaerense de Ramos Mejía por los mismos agentes que, a bordo de un Ford Falcon, que horas antes habían capturado a Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo.
Por otro lado, Domon, en el período que permaneció secuestrada, fue obligada a redactar una carta dirigida a la superiora de su congregación mientras era torturada constantemente, y una vez terminado este procedimiento les sacaron una foto con Duquet, donde de fondo se veía una bandera de la organización Montoneros, un montaje que pretendía hacer pasar el secuestro de las religiosas como una operación de la organización guerrillera.
A finales de diciembre de 1977, las doce personas delatadas por Astiz fueron “trasladadas”, lo que supuso ser arrojas al mar como parte de los denominados ‘Vuelos de la muerte’.
Al poco tiempo, varios cadáveres aparecieron en las costas de Santa Teresita y otras localidades balnearias, y fueron enterrados como NN en la población de General Lavalle. Recién el 6 de septiembre de 2005 pudieron ser identificados los restos de las tres madres y luego el de Duquet, merced a un trabajo realizado por el Equipo Argentino de Antropología Forense.
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