2 de abril de 1982 - El ejército de la dictadura argentina ocupa las islas Malvinas tratando de recuperar el archipiélago de la posesión británica.
A fines de 1981, Argentina experimentaba una profunda crisis económica, con una inflación del 600% y una creciente movilización sindical. Todo esto, sumado a la política represiva de la Junta Militar que reprimía al país desde 1976 y a la notoriedad que comenzaban a adquirir las brutales violaciones a los derechos humanos, produjo una creciente oposición a la dictadura.
Fue entonces que la dictadura representada por Leopoldo Fortunato Galtieri intentó fortalecer su posición política apelando a la euforia nacionalista que la recuperación de las islas podría desencadenar. Por lo demás, los gobernantes argentinos también consideraban improbable que Gran Bretaña respondiera militarmente a la toma de las Islas, de modo que pensaban que podrían aprovechar los efectos políticos de la operación sin enfrentar una guerra contra una de las mayores potencias militares del planeta.
La guerra tuvo consecuencias de grandes proporciones, fundamentalmente en el plano político. En Inglaterra, la victoria militar hizo posible el triunfo del partido gobernante en las elecciones de ese mismo año, algo que estaba lejos de ser seguro antes de la guerra y llevó a una profundización de las políticas conservadoras que caracterizaban al gobierno de Thatcher. En Argentina, el fracaso de la recuperación de Malvinas precipitó la caída del régimen militar y el retorno de la democracia en 1983, con el consecuente juicio a las Juntas Militares por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante su gobierno de facto. La derrota tuvo también otras consecuencias en el país: muchos de los soldados que regresaron de Malvinas fueron estigmatizados por haber participado de una guerra que súbitamente perdió toda la popularidad que le había valido la euforia nacionalista inicial. Aunque los ex combatientes británicos también sufrieron las consecuencias de la guerra en su salud física y mental, los veteranos de guerra argentinos fueron castigados particularmente por las debilidades que el Estado demostró en su asistencia. Un solo dato pinta dramáticamente las dimensiones de esta tremenda realidad: según estadísticas del Ministerio de Salud del año 2004, la tasa anual de suicidios en la Argentina es de 8,2 casos cada 100.000 habitantes, mientras que la tasa anual de suicidios entre los ex combatientes trepa hasta 108,7 casos cada 100.000 habitantes, casi 14 veces más que entre el resto de la población.
La disputa por la soberanía sobre las islas está lejos de una solución definitiva, sobre todo teniendo en cuenta que desde 2007 el gobierno británico pretende extender la potestad sobre la plataforma continental del límite exterior de las Islas Malvinas de 200 a 350 millas hacia el Este. Esta petición del gobierno del Reino Unido ante la ONU exige, por un lado, volver a considerar los fundamentos de los reclamos de soberanía sobre las islas por parte del Estado argentino en el marco de una estrategia pacífica basada en los reclamos ante la ONU y su Comité de Descolonización. Pero también nos obliga a analizar los nuevos imperativos estratégicos a escala internacional, vinculados con los intentos de las grandes potencias por controlar zonas donde se estima que podrían existir recursos naturales y energéticos.
Fue entonces que la dictadura representada por Leopoldo Fortunato Galtieri intentó fortalecer su posición política apelando a la euforia nacionalista que la recuperación de las islas podría desencadenar. Por lo demás, los gobernantes argentinos también consideraban improbable que Gran Bretaña respondiera militarmente a la toma de las Islas, de modo que pensaban que podrían aprovechar los efectos políticos de la operación sin enfrentar una guerra contra una de las mayores potencias militares del planeta.
La guerra tuvo consecuencias de grandes proporciones, fundamentalmente en el plano político. En Inglaterra, la victoria militar hizo posible el triunfo del partido gobernante en las elecciones de ese mismo año, algo que estaba lejos de ser seguro antes de la guerra y llevó a una profundización de las políticas conservadoras que caracterizaban al gobierno de Thatcher. En Argentina, el fracaso de la recuperación de Malvinas precipitó la caída del régimen militar y el retorno de la democracia en 1983, con el consecuente juicio a las Juntas Militares por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante su gobierno de facto. La derrota tuvo también otras consecuencias en el país: muchos de los soldados que regresaron de Malvinas fueron estigmatizados por haber participado de una guerra que súbitamente perdió toda la popularidad que le había valido la euforia nacionalista inicial. Aunque los ex combatientes británicos también sufrieron las consecuencias de la guerra en su salud física y mental, los veteranos de guerra argentinos fueron castigados particularmente por las debilidades que el Estado demostró en su asistencia. Un solo dato pinta dramáticamente las dimensiones de esta tremenda realidad: según estadísticas del Ministerio de Salud del año 2004, la tasa anual de suicidios en la Argentina es de 8,2 casos cada 100.000 habitantes, mientras que la tasa anual de suicidios entre los ex combatientes trepa hasta 108,7 casos cada 100.000 habitantes, casi 14 veces más que entre el resto de la población.
La disputa por la soberanía sobre las islas está lejos de una solución definitiva, sobre todo teniendo en cuenta que desde 2007 el gobierno británico pretende extender la potestad sobre la plataforma continental del límite exterior de las Islas Malvinas de 200 a 350 millas hacia el Este. Esta petición del gobierno del Reino Unido ante la ONU exige, por un lado, volver a considerar los fundamentos de los reclamos de soberanía sobre las islas por parte del Estado argentino en el marco de una estrategia pacífica basada en los reclamos ante la ONU y su Comité de Descolonización. Pero también nos obliga a analizar los nuevos imperativos estratégicos a escala internacional, vinculados con los intentos de las grandes potencias por controlar zonas donde se estima que podrían existir recursos naturales y energéticos.
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