Querido Fidel: Recién me entero, la noticia ha sido devastadora. No dejo de imaginarte a vos, tendido en la escueta cama de madera que se convirtió en tu último refugio. Y aquí estoy, sentado en la entrada de la chacra pensando en lo que diré al mundo y cómo ocultaré esta lágrima, aunque dirán algunos publicistas que será mejor que se vea, que así se construyen las leyendas. Las leyendas no se pueden construir, vos eres una, forjada con el mismo golpe de la metralla y la bandera ondeando en el campamento, ahí en la sierra, sin importar si es selva o pampa, siempre es igual, la batalla duele en la entraña de lo que llamamos nuestra tierra, ese pedazo de geografía que podemos recorrer pero que nos recorre a nosotros. Y pienso que tuve suerte porque llegué a la silla viejo y la cara de bonachón nunca se me quitó, a pesar del encierro y la tortura; las críticas fueron menos, no tuve que enfrentar el rigor del escrutinio público al que vos hiciste frente con esa estatur